Comunicación política sin métricas: con los pies en el barro

Gobernar en tiempos de crisis de representación demuestra un desafío ¿cómo están ejerciendo el poder quienes se ocupan de los ejecutivos en Chubut? Revisamos posiciones en un contexto adverso para la política institucional.

miércoles, 6 de noviembre de 2024 - 8:00

Por Pablo Riffo Torres

(@pabloestebanok)

Si hay algo que podemos afirmar a ciencia cierta es que la política argentina está en una crisis de representatividad absolutamente asentada y que el triunfo de La Libertad Avanza con la figura de Javier Milei al frente delos destinos del país es una muestra cabal de esto.

El contexto de descreimiento de la política no es casual. Fue progresivo. Desde la instalación de un relato de corrupción que alcanza a todo el arco político, se suma el magro resultado económico de los últimos 10 años de gestión por lo que la política pareciera no resolverle la vida a nadie más que a los propios políticos.

Es acá donde una figura como Javier Milei obtiene respaldo popular para “destruir el Estado”. Un estado ineficiente, costoso, anticuado; que no brinda soluciones concretas a una sociedad agotada de este modelo que en algún momento se convirtió en el origen de todos sus problemas y en donde Milei es el antihéroe necesario.

Esta introducción me parece necesaria para entender un poco el trabajo complejísimo que representa la gobernabilidad y cómo la construcción del relato político pesa más que las propias gestiones.

Intentar caerles bien a todos mientras se ejerce el poder es una tarea imposible. El equilibrio está entre decidir a quién caerle mejor, a quién peor, en función de garantizar lo que se necesita para cumplir con los objetivos con los que se llega a ocupar el poder.

La provincia del Chubut y la ciudad de Comodoro Rivadavia muestran dos ejemplos concretos de esto que nos permiten hacer un paralelismo sobre distintas maneras de ejercer el gobierno.

Por un lado, la figura del Gobernador Ignacio Torres pivotea entre chicanas y firmas de convenios con el gobierno nacional. Un gobernador que ganó notoriedad nacional con su primera para de manos frente al ajuste, pero que rápidamente se sumó a las filas dialoguistas y surfea entre las presiones de propios y ajenos, respecto de la efectividad de ese diálogo.

Por otro lado, el intendente comodorense Othar Macharashvili con una actitud más sumisa frente al Ejecutivo Provincial, busca garantizar la gobernabilidad con un perfil bajo que está trayendo más problemas internos que hacia afuera.

Nacho “con más futuro que pasado”, como dijo el diputado José Glinski en Un Millón de Guanacos, demuestra más ambición y construye en su narrativa política quizá por encima de los resultados que efectivamente se pueden contar.

Ocupa y ejerce la totalidad del poder político. Desde lo que sucede en el ámbito Legislativo local y nacional como en el vínculo con los intendentes de la provincia. Cuestiona pero acuerda donde no puede ganar, y ejerce el gobierno sobre quienes dependen directamente de su gestión.

Othar no tuvo hasta el momento intenciones de poner en juego su capital político y esto puede ser más perjudicial que otra cosa. Al gobernador no le llegan reclamos concretos frente a las necesidades de la ciudad ni se le para de manos a Nacho frente a situaciones como la quita de fondos que afectan directamente el funcionamiento de los servicios que brinda el Estado.

Su relación con el bloque oficialista de concejales y concejalas tampoco está en la mejor de las condiciones. Con un gabinete que parece desacreditar cada reclamo que los ediles intentan llevar al Gobierno provincial. Sin ir más lejos, la última sesión especial para tratar algo tan sencillo como el contrato de concesión de para el servicio de colectivos para el barrio Diadema hizo saltar los fusiles dentro del espacio.

Hay que ser consiente a la hora de analizar el ejercicio del poder que el rango de movimiento está severamente limitado por el recorte presupuestario y el interés de un ejecutivo nacional de retirar al Estado de diferentes espacios donde ejercía una presencia.

Desde la obra pública, pasando por el transporte, la educación y los servicios de salud. El Estado Nacional recorta sin analizar consecuencias en espacios que efectivamente no le generan un problema real en cuanto a sus objetivos de gobierno pero que sí complejiza la tarea para quienes administran el Estado en lugares tan recónditos como la provincia del Chubut.

A Nacho le tocó bailar con la más fea, pero parece estar dispuesto a poner los pies en el barro y bancarse algunas puteadas con el fin de garantizar esa gobernabilidad. La pregunta sería ¿Cuál es el plazo que hay para que ese rol dialoguista redunde efectivamente en beneficios para la provincia? La respuesta rápida, y si me dejo llevar por las expresiones de Nicolás Massot (diputado nacional por Encuentro Federal) en La Cien Punto Uno, diría que 2025.

Para Massot, que estuvo en Comodoro Rivadavia invitado por Nacho Torres haciendo lobby por el proyecto de la ley de promoción del Hidrógeno Verde; en 2025 no hay una elección nacional sino 24 elecciones provinciales.

Siempre se cuestiona si las elecciones de medio término lo que se plebiscita es la gestión provincial o la nacional. Si los porotos los suma Milei ¿gana Nacho o pierde? Si los gana Nacho ¿es en contra de Milei? Es acá donde el equilibrio fino se cae y comienza una carrera complicada. Para Chubut hay solo 2 bancas, una de ellas hoy en manos de Unión Por la Patria que podría rendirle un poroto extra al oficialismo.

Massot sostiene además que el Congreso es el escenario en que se está reconfigurando la representación y que se corrió del centro la agenda especulativa. Para el diputado, hoy se trabaja en agenda específica donde el ajuste fiscal está en el centro de la escena por su carente criterio distributivo y productivo.

En los papeles hay un sector de la oposición dialoguista que pretende llegar con un dictamen de la ley de presupuesto que incorpore estos criterios, sosteniendo el requisito del déficit cero y que puso a los gobernadores a jugar condicionando su acompañamiento al presupuesto propuesto por el Ejecutivo Nacional.

La idea de que quizás al ejecutivo municipal esta elección la pasa por el costado y que la proyección de quienes ejercen hoy el poder político, a nivel local e Comodoro Rivadavia, se limita al final del mandato es quizás lo que explica o justifica estas actitudes en el vínculo con el gobierno provincial.

Una actitud que termina redundando en una expresión tan cuestionable como anecdótica, en la que el intendente agradece “la humanidad” de un CEO de la empresa que firma la entrega de áreas y se va entre aplausos después de 100 años de explotación en la cuenca petrolera que hizo crecer a Comodoro Rivadavia.

Hay otros actores en este escenario complejo para medir fuerzas de cara al 2025 que podremos analizar más adelante. Resulta interesante, luego de las reacciones que generó la columna anterior, centrarnos en cómo se plantea este desafío para quienes efectivamente están ejerciendo el poder.

Nacho hizo un movimiento de piezas dentro del gabinete provincial que, si bien no trae una renovación en los papeles, puede darle un giro político interesante, trayendo una figura como la de Guillermo Aranda al frente de la Coordinación de Jefatura de Gabinete y llevando a Guillermo Almirón a la secretaría de Vinculación Ciudadana, tal vez con la intención de delegar por primera vez, el trabajo de vincularse directamente con los intendentes de la provincia.

El movimiento dentro del gabinete podría significar despejar el escenario para lo que representa la elección de los candidatos para el 2025. Elevar algún perfil puede permitirle al gobernador no depender de acuerdos con terceros y posicionar a gente de su riñón a encabezar las listas ¿habrá un cambio en la metodología del súper-gobernador?  Todavía todo queda en el terreno de la especulación.

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