Hay en el ideario social, pero también en los manuales de marketing político, una premisa que se amplía y se consolida. Cristina es piantavotos. La figura de la expresidenta está demonizada y su gestión constantemente cuestionada.
miércoles, 20 de noviembre de 2024 - 8:00Por Pablo Riffo Torres
Ya conocemos, desde el intento de magnicidio y la causa donde la Justicia se niega a investigar a los autores intelectuales del hecho. O la causa de Vialidad donde jueces y fiscales que compartieron partidos de futbol y visitas a Olivos durante la presidencia de Mauricio Macri, son los encargados de juzgarla.
Lo llamativo no es esto, porque de hecho es algo que la propia Cristina adelantó como mecanismo de persecución. Lo que personalmente me llama la atención es cómo este mensaje de odio y rechazo hacia su persona se configura en el entramado social que solo mencionar a la expresidenta anula o incapacita todo tipo de debate.
“¿Escuchaste a Cristina?” pregunté en más de un lugar. La respuesta negativa, siempre viene con un gesto de desaprobación. Un chasquido con la boca, un resoplido fuerte. Y un poco explica que el marketing político recomiende “despegarse” de la figura de la expresidenta.
Obviamente, demonizar a Cristina tiene como objetivo justificar el desguace de una estructura política que ponía al Estado en un lugar de garante de los derechos de los argentinos y argentinas. Convencer de que Cristina es chorra para justificar el cierre de distintos dispositivos y explicar el ajuste. Aplaudir el despido de trabajadores de distintas áreas, por más irrelevante que fuese a nivel presupuestario lo que representa ese ajuste.
Yo le digo revanchismo político del que está envenenado hasta el más coherente de los radicales, la Coalición Cívica, incluso peronistas de los conocidos “dialoguistas” que intentan defender a los argentinos y argentinas pero tienen miedo de quedar pegados como “kukas”. Ni hablar de la cúpula del PRO, su construcción de poder y legitimidad está basada en señalar que Cristina es la ladrona y el peronismo lo peor que le pasó a la Argentina.
En Chubut se vio a varios hablar al respecto. Que los vínculos entre Macri y la Justicia son improcedentes y es un “mamarracho jurídico” señalarlos. Videos de festejos en cómo la justicia había llegado al fin y Cristina iba a ir presa. en fin.
Sin embargo, nadie dijo nada de la famosa ruta del dinero K, del PBI que se habían robado y enterrado en la Patagonia. De la cobertura en vivo casi en cadena nacional de las excavaciones sobrepasando la línea de la incoherencia. Ni de cómo Cristina, de alguna forma, había matado al fiscal Nisman.
Ninguna de estas famosas “causas” que constituyeron el plan de demonización contra Cristina fueron mencionadas por los opositores que intentan hacer una y otra vez leña del árbol caído, incluso por encima de la gravedad institucional que constituye una Justicia viciada, interviniendo en la vida democrática y política de la Argentina.
Hace unos días Tiktok me mostró un video donde colegas españoles enumeraban 838.000 menciones a Cristina Fernández en el motor de búsqueda del diario Clarín. El triple de lo que resulta si se busca la palabra “pobreza” u 11 veces más si se escribe “salario”. Se los dejo acá para escuchar completo, si les interesa cómo desde el viejo continente pueden ver lo que para muchos es una exageración.
A Cristina le pusieron un bozal social, con todo éxito. Hablar de ella te hace ganar más puteadas que elogios. Defender a Cristina o pedir que la escuchen sus argumentos, te encierra en este bozal, propiciado por los medios hegemónicos y por orden de los poderes económicos, que se vieron forzados a ampliar la participación de sus ganancias con los trabajadores y trabajadoras durante los gobiernos de la expresidenta.
Necesariamente me veo en la obligación de escribir al respecto. Porque si a Cristina no la quieren escuchar, si ella no puede usar su voz, es indispensable que quienes acompañamos y creemos en un proyecto político como el que encabezó junto a Néstor Kirchner, hagamos lo propio. Pero no solo por militante peronista, sino porque creo fervientemente en la política y su capacidad de transformación social.
No escribo desde la especulación, si fuese así esta columna se hubiera limitado a opinar sobre los peronistas que prefirieron atenerse al manual y no decir una sola palabra al respecto. Los que llegaron colgados de una boleta de Cristina a ocupar un cargo y consolidar un mínimo de poder político que hoy le niegan el vínculo, no solo a ella sino a lo que representa.
¿Y qué representa Cristina? Para muchas jubiladas el reconocimiento de sus tareas de cuidado, la incidencia en la economía de haberse ocupado de criar hijos e hijas en vez de salir a trabajar y la posibilidad de jubilarse, a pesar de no haber contado con los aportes formales que demanda la ley. La posibilidad de casarse, cuando tomó la decisión de garantizar el matrimonio igualitario en 2010 en la Argentina. Cristina y el procrear es, para muchas familias, su hogar en el que pudieron proyectar un futuro. Cristina es la primera computadora de una casa que llegó de la mano del plan Conectar Igualdad. Cristina es la primera universidad de muchas provincias que pudieron concretar la posibilidad de formar profesionales fuera de los históricos centros de formación superior y pudieron hacer foco en las economías regionales. Cristina fue para muchas y muchos tener un DNI que muestre su nombre de acuerdo a su género auto percibido y terminar con humillaciones de una sociedad que discrimina hasta la muerte a las personas trans.
Todos estos hitos políticos, esta ampliación de derechos que garantizó Cristina como presidenta, están la fila de ejecución de La Libertad Avanza y el PRO. Porque si Cristina es la chorra, todo lo que hizo para robar también hay que destruirlo.
Hoy las jubilaciones, ya de por sí ajustadas y licuadas, vuelven a caer en la mira de los paladines del libre mercado y son los jubilados y jubiladas quienes tienen que pagar la falta de aportes de sus empleadores ¿jubilaciones para amas de casa? Parece irreal en este contexto. La persecución ideológica contra el colectivo LGBTIQA+ que viene envalentonada por movimientos de ultraderecha y que los libertarios acompañados del fanatismo religioso, otra vez, vuelven a poner en duda la garantía de derechos en materia de género como el matrimonio igualitario y la identidad de género, entre tantos otros. Ni hablar la cantidad de veces que marchamos por que se garantice el presupuesto a las Universidades Públicas en la Argentina.
Y todo cobra sentido, porque lo que se intenta hacer es destruir el legado político de la expresidenta. Y esta estrategia impacta incluso en los propios peronistas, que quisieron pelear una interna y utilizaron los mismos argumentos para cuestionar a Cristina y sus métodos, sin siquiera haber podido juntar los avales mínimos para la participación de una interna partidaria. Ni hablar del intento de judicializar la interna, otro papelón.
Escuchar a Cristina me parece necesario. Entender lo que representa para la sociedad Argentina es indispensable para entender dónde pararse en medio de esta famosa “batalla cultural” que encabeza el gobierno de Javier Milei. No solo para quienes conviven con la vida política, sino para el ciudadano de a pie que recibe el impacto de cada decisión política en su cotidianidad pero al que es tan difícil llegar por la perspectiva negativa de la actividad política.
Porque es una sociedad la que tiene en juego su estructura y su conglomerado de derechos. Porque son nuestras conquistas las que están en tela de juicio en el banco de los acusados donde sentaron a Cristina.
De los especuladores, marketineros y conversos, de esos se va a ocupar la historia.